Conducir con exceso de velocidad
El exceso de velocidad o una velocidad inadecuada es uno de los principales factores de riesgo en la carretera. Uno de cada cinco accidentes de tráfico con víctimas se puede relacionar directamente con el exceso de velocidad.
La velocidad excesiva o inadecuada ejerce una influencia muy negativa sobre tus capacidades para conducir y te expone con mucha facilidad a situaciones de alto riesgo. La probabilidad de morir o sufrir lesiones graves permanentes es mucho mayor en un accidente con velocidad excesiva que en otro con una velocidad más moderada. Esto sucede independientemente de si la causa última del accidente ha sido o no el exceso de velocidad.
Si siempre conduces a una velocidad excesiva o inadecuada, es una mera cuestión de tiempo que acabes por sufrir un siniestro. Por el contrario, circular a una velocidad adecuada a la situación en la que te encuentras puede evitar que sufras un accidente y aunque este finalmente llegue a producirse, probablemente será de mucha menor gravedad.
Efectos de circular a velocidad excesiva o inadecuada
El primer efecto de la velocidad sobre la conducción es el aumento de la distancia de detención. Cuanto más rápidamente circules, más tiempo tardarás y más espacio recorrerás antes de que tu vehículo se detenga por completo o antes de que disminuya la velocidad lo suficiente como para evitar el accidente.
Efectos de la velocidad en el conductor
Uno de los efectos negativos más destacados que tiene la velocidad es que afecta al proceso de percepción visual del conductor. Provoca el llamado efecto túnel, reduciendo la capacidad de anticipación y favoreciendo la aparición de la fatiga, la agresividad y las distracciones.
A medida que aumentas la velocidad, disminuye la amplitud de tu campo visual útil. Este es el llamado efecto túnel, que te impide apreciar cualquier peligro en los laterales de la carretera, lo que es especialmente peligroso en las intersecciones. Se podría decir que las imágenes laterales pasan a tal velocidad que el ojo es incapaz de captarlas y sólo ves con nitidez el centro de la imagen.
De este modo, cuanto mayor sea la velocidad, menor será tu capacidad para poder ver y analizar lo que ocurre a tu alrededor (señales, peatones, otros vehículos, etc.) y, por tanto, para poder reaccionar a tiempo y con seguridad. Por ejemplo, a 80 km/h ya se produce una pérdida del 35% en tu eficacia visual. ¿Te puedes imaginar qué es lo que pasa cuando circulas a 150 km/h?
Por ello, el exceso de velocidad dificulta nuevamente tu capacidad de anticipación. Si llevas una velocidad adecuada podrás detectar a tiempo, por ejemplo, las intenciones de los otros usuarios y tener tiempo para reaccionar y evitar el accidente. En cambio, con exceso de velocidad puede que no seas capaz de captar la situación de emergencia hasta que ya sea demasiado tarde.
Finalmente, conducir durante mucho tiempo a una velocidad elevada acelera la aparición de la fatiga, además de que aumenta las probabilidades de sufrir una distracción y de que te comportes con agresividad, lo que también afecta seriamente a tu seguridad en la circulación.
Consecuencias de una velocidad excesiva en accidentes
Los daños físicos y materiales que sufras en caso de accidente están muy relacionados con la cantidad de energía cinética del vehículo y por tanto de su velocidad. La probabilidad de morir o sufrir lesiones graves permanentes es mucho mayor en un accidente con velocidad excesiva que en otro con una velocidad más moderada. Esto sucede independientemente de si la causa última del accidente ha sido o no el exceso de velocidad. Para ilustrar la importancia de la velocidad en el desenlace de un accidente, se puede comparar el impacto provocado con el que se produce al saltar con tu vehículo desde un determinado edificio:
- Una colisión a 50 km/h equivale a caer desde un tercer piso.
- Una colisión a 120 km/h equivale a caer desde el piso 14.
- Una colisión a 180 km/h equivale a caer desde el piso 36.
Los límites de velocidad
Muchos conductores opinan que las limitaciones de velocidad actuales son exageradas ya que las mejoras técnicas de los vehículos y de carreteras podrían permitir circular a mayor velocidad con total seguridad. Pero esta opinión no se corresponde con la realidad.
Aunque nuestros vehículos y nuestras carreteras sean técnicamente mejores, los seres humanos cometemos más errores a medida que aumentamos la velocidad a la que circulamos.
- La velocidad hace que te sea más difícil evaluar correctamente las situaciones de tráfico, ya que reduce la cantidad y la calidad de la información que puedes recoger del ambiente.
- La velocidad deja menos tiempo para la toma de decisiones, por lo que tu elección de respuesta será más precipitada y probablemente menos correcta.
- La velocidad hace más complicada la ejecución de determinadas maniobras o la rectificación de los errores.
- La velocidad aumenta el riesgo creado por otros factores tales como las distracciones, el alcohol, la fatiga, la somnolencia, etc.
Circular con una velocidad adecuada
Hay conductores que piensan que respetando los límites de velocidad permitidos siempre circularán de manera segura. Sin embargo, hay muchas circunstancias en las que no superar la velocidad máxima no es suficiente para evitar el accidente.
No circulas a una velocidad adecuada si no tienes en cuenta las condiciones de la vía, de tu vehículo (estado de los neumáticos o luces) y tu propio estado físico y psíquico (sueño o fatiga). Por ejemplo, la lluvia o niebla, hace más peligrosa la conducción. Mantenerse dentro de los límites podría no ser suficiente para evitar los accidentes, hay que circular con una velocidad adecuada.
La velocidad y la toma de curvas
En las curvas los vehículos se someten a una serie de fuerzas que, si se desequilibran, pueden acabar por sacarlo de la vía.
Si circulas a una velocidad excesiva por las curvas, el vehículo puede llegar a volverse inestable y perder su trayectoria, se ha comprobado que el riesgo de sufrir una salida de la vía en estos casos puede llegar a multiplicarse por tres.
La velocidad, además de aumentar la posibilidad de que se produzca un derrape, disminuye la capacidad de frenado. Por ello, la probabilidad de accidente en curva se incrementa sensiblemente con la velocidad y se dispara, por ejemplo, cuando el suelo está mojado o cuando los neumáticos están en mal estado.